Me follo a mi cuñada en la casa de mis suegros

Si hay algo que me caracteriza, es mi facilidad pasmosa para sacar de quicio situaciones que van sobre ruedas. Soy una persona afortunada, con salud, un buen trabajo y esposa. No tengo problemas con ella, vivo a gusto y me encanta mi vida. Aún así me las he arreglado para darle un vuelco a todo y tener un problema de esos que no te dejan dormir. Y encima no le puedo echar la culpa a nadie, todita la responsabilidad es mía.

Esta historia comienza con una llamada que me hacen al trabajo. Viene de arriba, un ascenso, una buena noticia, un aumento de sueldo… pero tendré que viajar un poco. Estoy acomodado en una gran ciudad a 120 km de la ciudad natal de mi esposa. Ambos trabajamos aquí, trabajamos mucho por las mañanas pero tenemos tiempo libre por las tardes para nosotros.

La propuesta que me llega por teléfono es jugosa. El aumento de sueldo es sustancial, pero la contraparte es que un par de días por semana tendré que estar en la ciudad natal de mi pareja. Y tendré que estar bien temprano.

Llamo a mi esposa y contento le cuento la noticia. Ella está encantada, me dice que no hay problema con el viaje y llama de inmediato a su familia. Antes de la comida, está todo arreglado, viajaré a la ciudad de mi esposa y dos noches a la semana dormiré en la casa de mis suegros, donde viven éstos con su hija pequeña, mi cuñada. De ese modo, me despertaré e iré directo al trabajo, sin viajar a horas intempestivas de la mañana.

Esa noche lo celebramos a lo grande mi esposa y yo. Ella es muy guapa, con un largo pelo ondulado castaño, unos ojos preciosos y una boca con labios bien gordos. Usa gafas y tiene varios piercings. Es algo regordeta pero en absoluto es algo negativo, sus tetas son enormes y me encanta jugar con ellas. Lo malo es que con ella el sexo es bastante tradicional. Al llegar a la cama, inmediatamente baja a comerme la polla. No siempre me la come, pero desde luego es un día especial. No puede con mi polla, es larga y gorda, en ese aspecto también soy afortunado. Después de dejármela bien llena de babas, me pide que la folle y me pide que pase de ponerme el condón. Me tumbo sobre ella y le clavo la polla despacio pero sin pausa, hasta que mis cojones tocan su perineo.

Echado como estoy sobre ella oigo los gemidos que le arranco de la boca en mi oreja. Noto su aliento y bombeo más rápido. Cuando ya estoy a punto de correrme, ella me pide que pare, como si lo supiese. Se pone encima y mueve su cadera con la polla metida hasta dentro. La mueve suave, en círculos. Me coge una mano y la lleva a sus tetas y con la otra juega con su clítoris. Mi polla está durísima y no sale ni por un segundo de su coño que noto chorrear por cada uno de sus pelos.

Ya no sé si son sus babas o su flujo, pero tengo los huevos encharcados y su cabalgata cada vez tiene más ritmo. Sus jadeos se entrecortan, su mano va tan rápido en su coño que tendría que estar doliéndole. Por último, su cuerpo se arquea hacia atrás y grita fuerte mientras noto el temblor en sus piernas.

  • Joder, qué bueno - es el susurro que sale de sus labios.

Se baja, despacio y sonriéndome. Se pone a cuatro patas. Su culo enorme me está pidiendo que la meta. Entre sus nalgas se ve el coño y los pelos de su pubis chorreando.

  • Córrete, por fa - me pide mirándo hacia atrás.

No puedo resistirme y bombeo todo lo fuerte que puedo, mientras oigo sus gemidos e intento agarrar sus enormes tetas en cada una de las embestidas. Me duelen los huevos de hacerlos chocar contra ella, pero estoy a punto de correrme y no puedo parar. Cuando siento el punto de no retorno, saco mi polla entre los gemidos de mi esposa y me corro en su culo. El primer lechazo le llega al pelo, joder. Poco a poco, mi corrida va perdiendo presión y completo el caminito en su espalda hasta llegar a su culo, donde descansa la mayor parte de la lefa.

¿No hay queja, no? Aumento y polvo el mismo día. El problema es que aquí empieza el descarrilamiento que os anticipaba. En las siguientes semanas, el cansancio de la nueva rutina hizo algo de mella en nostros y cada vez pasábamos menos tiempo juntos, no digamos ya en la cama. Los polvos fueron cada vez más esporádicos y al cabo de seis meses de aceptar el ascenso, miré en retrospectiva para darme cuenta, con horror, de que llevaba un mes sin follar. No había ningún problema, simplemente no tenía ganas, sería una fase. No lo sé.

Por otro lado, el trabajo nuevo iba bien y estábamos progresando en nuestros objetivos. Las noches que pasaba en casa de mis suegros eran muy agradables, ellos se ocupaban de todo. Además, compartía bastantes gustos con mi cuñada y pasábamos las horas hablando. La verdad es que nunca había intimado casi nada con ella, y ahora estaba conociéndola y llevándome una grata sorpresa.

Se parecía mucho a su hermana, con los labios carnosos, los ojos preciosos. Hasta en las gafas y los piercings se parecía. Sin embargo, ella llevaba el pelo teñido de rojo y liso. Era más delgada que su hermana, pero tenía las mismas tetas y un culo redondo y firme. Solía ir por casa con camiseta y bragas, y joder, no podía dejar de mirarle el culo.

A pesar de esto, en los inicios no veía a mi cuñada desde un punto de vista sexual. Tampoco hubo un punto de catarsis en el que mi vida cambiase y me convirtiese en un sátiro con ella. Simple y llanamente nuestras conversaciones y conexión junto con su culo y su leve y no intencionado exhibicionismo, me hicieron fijarme más y más en ella, hasta el punto de vivir empalmado en casa de mis suegros.

Y es después de esos seis meses desde mi ascenso, con un mes de celibato involuntario a mis espaldas, que me planto en casa de mis suegros como todas las semanas para ir a trabajar el día siguiente y acabo de noche en el cuarto de mi cuñada hablando con ella mientras mis suegros duermen en el cuarto de al lado.

No soy capaz de recordar los derroteros de la conversación, pero sí que puedo poner en pie que, en un momento dado, me confiesa con mucha vergüenza su virginidad.

  • ¡Venga ya! - grito susurrando - Si tienes 26 años y estás… y eres muy guapa.

Ella se sonroja, claramente avergonzada.

  • Bueno, todos tenemos taras y las mías igual son evidentes para los tíos con los que me intento liar - aparta un poco la mirada mirando la cama.
  • Laura - le interpelo para que alce la vista y me mire - no tienes por qué avergonzarte. Cada persona tiene sus tiempos. Me ha sorprendido porque pienso que los tíos con los que te intentas liar, son un poco estúpidos.

Ella me sonríe.

  • Además, yo estoy ahora como tú. Tu hermana no quiere tocarme ni con un palo - digo en broma, tratando de desviar la atención.
  • Jajaja, si ya… - dice incrédula.
  • Es en serio, Laura, llevaremos como un mes sin hacer nada. Supongo que será una etapa, por el trabajo y demás…
  • Estáis locos, si yo pudiese, follaría todos los días - dice entre risas.
  • Anda que no estás tu caliente…
  • No te haces una idea.

No recuerdo más de la conversación, pero sí recuerdo el empalme que tuve mientras hablaba con ella. Esa noche me costó algo de trabajo dormir, pero la vida continuó, así como mi abstinencia sexual.

Durante la siguiente semana, tengo la cabeza puesta en la casa de mis suegros y todas mis ensoñaciones despiertas van dirigidas a elaborar planes con los que emular la morbosa conversación que tuve con mi cuñada. Por primera vez en el periodo de abstinencia, no voy detrás de mi esposa para follar, la dejo tranquila.

El lunes, con más ansia de la que estoy dispuesto a aceptar, viajo de vuelta a casa de mis suegros, pero, como un jarro de agua fría, descubro que mi cuñada ha salido con unos amigos. Tras cenar con mis suegros, me meto en mi cuarto con la puerta entreabierta y leo algún libro sentado en la cama. Estoy a punto de cerrar el libro para irme a dormir, y entonces aparece ella. La oigo trastabillar por las escaleras, también oigo una risilla mientras se quita los tacones.

Asomo la cabeza por la puerta y la veo llegar a la puerta de su habitación, completamente maquillada con los labios muy rojos. El vestido negro le llega por el muslo y cuando llego al escote se me abren los ojos como platos. Hay unas gotitas de sudor en su canalillo que hacen que mi polla pegue un respingo y el olor de su perfume llega rápidamente a mis fosas nasales.

  • Ssssh - me dice entre risas - me he tomado dos copas.
  • Ya veo, ya - digo sin quitarle ojo - anda, ve a dormir.

Me quedo mirando mientras abre su puerta y se mete dentro de su habitación y tras unos segundos, decido cerrar la mía. En ese momento oigo un "chssst". Suspiro y abro de nuevo la puerta.

  • ¡Cuñi, ven!

Entallo mi polla con la goma elástica del pantalón del pijama para ocultar mi erección, resoplo y llevo mi mano a mi cara, tapándola. Entonces entro en su habitación.

  • Dime - digo con un leve toque de resignación.
  • Que no hemos hablado, ¿qué tal la semana? ¿sigues sin follar?

Pego un leve salto de sorpresa. Ella nunca es tan directa en las formas de hablar. Supongo que el par de copas que estoy oliendo en su aliento a pesar de estar a varios metros, le ha soltado la lengua.

  • Pues sí, Laura, espero que tú me hayas llamado a mi para decirme que hoy ha sido tu noche - le sonrío, esperando sonsacarle algo de información.

Ella me responde con una carcajada. Una carcajada un poco alta teniendo en cuenta la hora que es y que sus padres duermen cerca.

  • Lo intenté, pero siempre me rechazan - pone unos pucheros que pretenden ser exageraciones, pero que yo sé que son más reales de lo que ella quiere dejar traslucir.
  • Ah, ¿si? - me siento en el borde de la cama - ¿y cómo lo has intentado?

Ella está sentada en la cama pero sin haberse quitado el vestido y yo estoy aprovechando cada minuto de conversación para repasarla con la mirada. Se cruza de piernas dejando en la penumbra su sexo. No alcanzo a ver bien su ropa interior, pero mi polla pega un respingo.

  • Pues he estado muy cariñosa con él, le he sacado a bailar, me he pegado en el baile y le hablaba muy cerca con la excusa de la música.

Le he notado empalmado, y durante un tiempo me estaba siguiendo el juego, pero cuando ha llegado Sonia se ha puesto más serio y se ha distanciado. Yo creo que quiere algo con ella y le da miedo perder esa oportunidad por estar cariñoso conmigo. No sé que le ha visto, la verdad, esa muchacha no tiene nada.

Mi cuñada no suele hablar tanto y escucho su perorata mientras sigo desnudándola con la mirada.

  • Joder, menudo imbécil el chaval. No conozco a la tal Sonia, pero…
  • El imbécil me ha dejado super caliente - dice Laura.

En ese momento me fijo en sus piernas y me doy cuenta de que en algún momento de la conversación, ella se ha arropado hasta la cintura. Cuando oigo lo que dice, resoplo.

  • ¿Qué ibas a decir? No conoces a Sonia pero… - me contesta Laura mirándome.
  • Mírate, Laura, eres guapísima - le miro el escote de manera prácticamente involuntaria - con esos labios rojos dan ganas de besarte.

Noto que bajo las sábanas algo empieza a moverse.

  • Pero no me estabas mirando los labios cuando has dicho eso - dice riendo.
  • No… bueno… es que, ehh, tienes muchas cosas buenas.
  • ¿Te gusta mi escote? - me dice de manera directa mientras el movimiento debajo de la sábana se hace completamente evidente y sube la intensidad de la respiración.

Asiento, despacio, sin decir nada.

  • Necesito deshaogarme, espero que no te moleste - su respiración agitada, ahora mismo se parece mucho a un jadeo.
  • ¿Qui… quieres que me vaya? - digo totalmente parado y con el corazón palpitando.

Ella niega con la cabeza mientras solo se oyen sus jadeos en la habitación.

  • Tú… tú también… puedes… si quieres… - dice resollando cada pocas palabras.

Empiezo a acariciar mi polla por encima del pantalón del pijama mientras la miro.

CAPITULO 2

  • ¿Qué te imaginabas cuando lo has notado empalmado? - mi polla empieza a echar presemen, manchando mi pantalón de pijama.
  • Ah… - susurra ella - ah, pues, me imaginaba, ah, su polla dentro, ahhh, y su aliento en mi cuello aaah.

Sus jadeos se han transformado en gemidos y están acompañados del sonido del chapoteo que sale de su coño. Mi mano se desliza dentro del pijama y me agarro la polla, pajeándome casi con desesperación pero sin atreverme a sacarla del pijama.

  • Cuñada, creo que te merces algo mejor tu primera vez - mi voz ya da señas de que me falta el aire.
  • ¿Y que, ah, que es lo que ahhh, me merezco según, ahhh, según tú? - sus gemidos empiezan a ser peligrosamente audibles. Me pongo nervioso pensando en sus padres.
  • Mereces que… que te traten bien… que esté todo pensado… que sea especial, que sea… que sea como a ti te gusta.

La mirada de mi cuñada se clava en mi polla, el ritmo de su masturbación aumenta y la voz se le agudiza.

  • ¿Tú, aah, tú me tratarí aaaah, bien? - el sonido del chapoteo inunda la habitación y también el olor de sus flujos.

Noto el punto de no retorno y mi polla empieza a sufrir espasmos, mi voz se pone ronca y mis leves gemidos empiezan a ser sonidos guturales.

  • Conmigo disfrutarías de verdad - le digo mientras mi polla empieza a soltar chorros de lefa.

Ella se queda muy parada y un sonido muy agudo surge de su garganta mientras las piernas le empiezan a temblar. Las tetas en su escote parecen flanes temblando y los últimos latigazos de mi polla corriéndose se notan intensos en mi mano, aunque ya no sale leche.

Los siguientes minutos son incómodos. Los dos estamos callados y manchados de nuestros propios fluidos. En un momento dado, rompo mi quietud, recojo mis cosas en silencio y salgo de la habitación. El corazón me late cuando me tumbo en la cama y tardo unos minutos en calmarme.

Pienso en mi mujer, pienso en lo que esto supone y sobre todo, pienso en cuándo podré dar el siguiente paso con Laura. Con remordimientos y miedo de que mi cuñada le cuente todo a su hermana, mi corazón deja de latir tan rápido y poco a poco, voy cayendo en un sueño profundo.

Los siguientes días evito a mi cuñada, la siguiente semana, me evita ella. No puedo quitarme de la cabeza lo que pasó. En mi casa vivo disociado y no puedo mirar a mi esposa sin remordimientos. Lo bueno es que ella no me busca en la cama, no tengo que inventar ninguna excusa. Tampoco tengo cuerpo para masturbarme, porque cada vez que lo he intentado, me ha venido a la mente el sonido del chapoteo del coño de mi cuñada y sus tetas bamboleándose. Entonces los remordimientos son más grandes y mi polla no quiere levantarse.

Cuando vuelvo a casa de mis suegros, cuento que llevo dos meses sin follar y dos semanas sin correrme. El dolor de huevos ya pasó a la semana de abstinencia. Parece que esta semana le toca a mi cuñada evitarme. A las 22.00 estoy en la cama, intento leer algo pero varias veces tengo que releer la línea que acabo de terminar porque no estoy concentrado. A los diez minutos noto el picaporte moverse y entra en mi cuarto.

Sentado en la cama, arropado hasta la cintura y notando en la sien cada latido del corazón la miro acercarse. Lleva un pijama con pantalones cortos, con camiseta de tirantas y sin sujetador. Se puede deducir por el bamboleo de sus tetas. Se sienta en el borde de la cama y me mira, sin decir nada. Yo tampoco le digo nada.

Al cabo de un minuto, abre la boca mirándome a los ojos.

  • No le voy a decir nada a mi hermana - en su afirmación va implícita una pregunta.
  • Yo tampoco - le respondo y su suspiro de alivio me acaricia los pelos de la barba.
  • Alex… - se queda callada, sin saber cómo continuar.
  • ¿Qué pasa?
  • Alex, vamos a guardar el secreto - la miro sin entender, ya había quedado claro que ninguno de los dos íbamos a hablar - todos los secretos - aclara mirándome.

Extiende su mano despacio y me desarropa. No deja de mirarme a los ojos mientras me acaricia por encima del pantalón y mi polla reacciona en tiempo record.

  • Nos podemos ayudar el uno al otro - sus manos impacientes tardan poco en tratar de bajarme la goma del pantalón.

La ayudo mientras mi mano va directa a su coño. A pesar del pijama, noto el calor y la humedad que desprende. Cuelo mi mano por la goma de su pijama y siento su piel absolutamente depilada así como su coño completamente encharcado.

Cuando su mano consigue entrar y la siento cerrarse sobre mi polla pego un pequeño quejido y con la palma de mi mano hacia arriba acaricio con el dedo corazón su coño, repasándolo entero hasta llegar al clítoris. Su estremecimiento nace del pecho y llega hasta sus extremidades.

Cuando clavo el dedo en su coño ella empieza a pajearme rítmicamente y nuestros gemidos sueltan aire en la cara del otro. Mis cojones están llenos y el morbo de la situación hace que sea casi imposible no correrme. Por eso meto el corazón y el anular en su coño mientras mi pulgar tiembla en su clítoris, tengo que hacer que se corra antes de que ella lo consiga conmigo.

Al subir el ritmo, su agarre se hace más fuerte y sus gemidos más irregulares y más altos. Al cabo de unos minutos noto cómo ella se estremece de manera más violenta que otras veces y cómo el flujo de su coño me empapa la mano. En ese momento, su paja me arranca un gemido ronco de la garganta y me corro.

Mis huevos llenos de leche la disparan, haciéndola caer en su pijama. Cuatro chorros después, la lefa ya cae sin fuerzas en su mano que no para de pajearme. Su cara de sorpresa al ver mi corrida deja paso unos instantes después a un tembleque descontrolado en las piernas, a un agarre aún más fuerte de mi polla y a unos gemidos que trata de reprimir pero que aún así salen de su boca.

La vuelta a la calma es otra vez en silencio, pero mucho más cómoda. Con la mano llena de semen se acerca a mi oreja y me susurra

  • Cada vez que duermas aquí, vendré a ayudarte.

Sentir su aliento en mi cuello y en mi oreja y saber que es absolutamente prescindible ese teatrillo, me provocan un pequeño vuelco de barriga y me excitarían si no fuera porque mi polla está completamente agotada.

Cuando sale de la habitación, lamo sus flujos de mi mano, me tumbo y antes de caer rendido me da tiempo a reflexionar que una parte importante de mis remordimientos, no eran tales, ya que han desaparecido al saber que ni ella ni yo revelaremos nada. Era solo cobardía.

Y los días pasan, uno detrás de otro. Y todos ellos consisten en conseguir pequeños momentos en los que no estoy pensando en mi cuñada. Cuando me doy cuenta de que se me ha pasado una hora sin estar obsesionado con sus pajas, es una victoria.

En mi casa, mi esposa se ha acercado alguna vez, pocas, pero alguna vez. He cumplido pero no pensaba en ella. Además, con mi mujer el sexo es muy tradicional, así que tampoco he tenido que ejercitar mis dotes actorales, con penetrarla y correrme, suficiente. Me parece increíble que una mujer tan atractiva como mi mujer me quiera follar y yo esté pensando en una paja.

Un día de estos que no eres capaz de distinguir de los demás, llego a casa de mis suegros y, como siempre, en mi fuero interno empiezo a ponerme cachondo, sabiendo lo que viene. Sin embargo ese día Laura anda de fiesta con sus amigas. No me ha dicho nada y mis suegros me dicen que no tenía pensado salir, pero que luego ha llamado para decir que vendría tarde.

Mierda, se habrá liado de cena. Tendré que esperarme mañana a que me saque la leche, supongo. Trato de despejar la cabeza y cojo el sueño con un libro.

Algo inespecífico me ha hecho despertarme. Tengo los ojos pegados de sueño y la boca pastosa. Noto la puerta cerrarse, pero no la oigo. En ese momento me pongo alerta y consigo espabilarme un poco. Enseguida me doy cuenta de que es mi cuñada.

  • ¿Qué hora es? - susurro todavía sin ubicarme bien.
  • Chss, hoy se me ha hecho tarde - noto su aliento en el susurro. Huele a alcohol un poco, pero no parece borracha - hoy estoy muy cachonda, necesito tu ayuda.

Como siempre, trata de bajarme el pijama y la ayudo, pero cuando voy a por su coño con mi mano, ella pone la suya en mi pecho y me hace tumbarme. Coge mi polla con la mano y chupa mi capullo despacio.

  • Dime si te hago daño, por fa - sus besos empiezan a convertirse en su boca engullendo la punta, muy suave al principio, salivando mucho.

No me puedo creer que me la esté comiendo y resoplo cachondísimo. Poco a poco va engullendo más y más.

  • Ten cuidado con los dientes - le digo tras notarlos un par de veces en mi polla.

Mi mano ayuda su comida y solo noto sus dientes una vez más, se corrige ella sola inmediatamente. Mi polla palpita dentro de su boca, solo es capaz de comerse un poco más de la mitad, pero mi mano en su cabeza empuja para intentar que se la trague entera. Tose y me babea la polla, pero consigue meterla casi hasta el final.

Su mano izquierda, la que no está acompañando la mamada, baja a mis huevos y los masajea con mucho cuidado. Mis huevos están completamente babeados por ella misma y notar su manoseo hace que mi polla palpite más todavía.

Cuando mis bufidos se hacen regulares, me aprieta un poco los huevos y para.

  • Todavía no - dice mientras se quita la ropa y, por primera vez, queda desnuda ante mi.

Tumbado, con la polla babeada y apuntando al techo y con las impresionantes tetas de mi cuñada a menos de un metro de mi. No se me ocurre situación más exictante.

Se sube encima y me pone las tetas en la cara mientras restriega su coño empapado un par de veces por mi polla. No desaprovecho la oportunidad de lamer y mordisquear y los quejidos que le arranco suenan suaves en mi oído.

  • Pórtate bien, por fa - me dice mientras coloca la punta de mi polla en su coño y la va entrando, sin condón y sin contemplaciones.

Mis manos recorren de su culo a sus pechos, donde mi boca sigue trabajando, pasando por sus caderas bien formadas. Con media polla metida la noto tensa y sus suspiros son mezcla de gusto y de incomodidad. Al cabo de unos segundos, se mueve para que se meta casi entera y vuelve otra vez a quedarse tensa. A la tercera la mete del todo y noto mis huevos impactar en su culo. Se queda quieta, suspirando y tensa. Por fin, empieza a moverse en círculos con mi polla metida, sin sacarla. Al principio, círculos muy pequeños.

  • Tenía muchas ganas de esto - los jadeos se intensinfican y los noto en mi oído. De vez en cuando me mordisquea el lóbulo de la oreja - tiene que ser contigo con quien aprenda. Tienes a tu cuñada dispuesta a hacer lo que le pidas, nunca me había tenido nadie tan obsesionada.

Se mueve más rápido y empieza a botar un poco, haciendo un leve ruido rítmico que parece darle igual. Sus padres duermen cerca pero nunca han dado señales de escuchar nada.

  • Me tienes cachonda todo el día y estoy deseando siempre que hagas algo más, pero nunca das el paso - sus botes se identifican y sus jadeos también - qui… quiero ahh que me hagas ahhh to… todas las cosaaaas que siempre haaaas querido… y que nunca… puedes hacer con mi hermana.

Cuando oigo eso, la polla está a punto de explotar, le agarro por el pelo y le hago parar. Ella se queja, pero se para con la cabeza mirando hacia arriba.

  • Baja - le digo sin más explicaciónes.

Me obedece sin rechistar y me mira expectante mientras me levanto de la cama.

  • Al suelo.

Se pone de rodillas. Agarro su cabeza y se la empiezo a meter, suave al principio. Antes me la ha mamado, pero de la mamada al irrumatio hay un trecho. Cuando aumento la intensidad creo que va a querer parar, pero aguanta y las babas que antes solo bañaban mi polla, empiezan a caer y le dejan sus propias tetas perdidas. Nunca le he podido hacer esto a mi esposa, y joder, qué bien está.

Cuando veo que estoy a punto de correrme, la saco y, haciendo una leve sentadilla, coloco mi polla entre sus tetas. Laura me mira desde abajo, con la cara roja del esfuerzo, el pelo tapándole la mitad de la cara y las comisuras de los labios llenas de sus propias babas y de mi presemen. Se agarra las tetas con los antebrazos y me sonríe mientras empiezo a follármelas.

No serán tan grandes como las de mi mujer, pero joder, qué bien sirven para follarlas. Su entreteto acaba hecho un cuadro. Lleno de babas y de babas de polla. La tenue luz que se cuela por la ventana le hace resplandecer las tetas y mis manos se van solas a agarrarlas mientras, cuando puede, ella le da lamidas al cipote.

Dándole la mano le ayudo a levantarse, me siento en el cabecero de la cama y le indico que se siente encima de mi, mirándome a los ojos. Sus piernas, dobladas, caen por fuera de las mías. Mi polla se clava en su coño y mis manos masajean sus tetas prelefadas.

  • Cabálgame duro - le digo soltando sus tetas con gran pena y agarrando su gran culo para ayudarla.

Le cuesta mucho aguantar los gemidos, sus manos agarran mi cara y la llevan a sus tetas, que chupo con gusto, deteniéndome en sus pezones y con excitación de todos los flujos que llevan encima. Cuando se va a mi oído parece que sus gemidos son gritos y que va a despertar a todo el vecindario.

  • ¿Te pone follarte así a la hermana de tu mujer? - me susurra cabalgando - Joder, encima me vas a echar la corrida dentro como sigas así, eres un cerdo.
  • ¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres que te llene de leche? Qué zorra eres, follándote al marido de tu hermana.

Mientras la insulto los gemidos retumban en mi oído y tengo miedo de que estemos haciendo demasiado ruido. Su aliento húmedo y con un fuerte olor a alcohol envuelve mi oreja. Empieza a mordisquearla suave mientras sube el ritmo más y más. Sus dos manos se clavan en mi espalda y sus uñas me taladran. Más rápido. Sus mordisquitos pasan a mi cuello y cada vez muerde más fuerte. Más rápido… Entonces para. Noto sus piernas temblando y su respiración entrecortada. También noto el coño más encharcado que antes, que ya es decir.

  • Joder, joder, joder - susurra con una voz cada vez más aguda.

Al notar que se está corriendo encima de mí, el morbo me puede y noto el punto de no retorno. Mi polla se contrae escupiendo lefazos calientes dentro del coño de mi cuñada que gime una vez más al notarlo.

Cuando mi polla flácida sale de su coño, estamos aún abrazados intentando recuperar el aire. Mi cuñada se levanta, lleva su mano hacia abajo, recoge mis fluidos y los lame. Después se va sin decir nada, directa a su cuarto, dejándome sudado, lleno de flujos y cachondo y satisfecho al mismo tiempo.

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