Me follo a la novia de mi hijo en la propia casa

Ruperto llevaba seis años casado con Bibiana, una mujer sudamericana que había conocido en Madrid, durante una estancia en la capital por motivos de trabajo. Aquella había llegado a España de la mano de una hermana, que trabajaba en la capital. La misma resultó ser una joven bastante apuesta, bonita de cara y con un cuerpo que, sin ser grueso, tenía unos kilos de más, pero que en modo alguno deslucían su anatómica figura. Al contrario, era poseedora de unas medidas casi perfectas, con bastantes curvas, pecho generoso, y un trasero, bastante redondo y bien modelado. A sus veintidós años lucía esplendida.

Ruperto por su parte, era un poco grueso, casi de la misma estatura que su mujer, también bien parecido, que acababa de cumplir los treinta y cinco años. Pese a la diferencia de edad, éste logró cortejar a la joven, y pronto lograron contraer matrimonio.

Tras la boda, pasaron unos años en la capital hasta que Ruperto sintió la añoranza de su familia y decidió regresar a su pueblo natal. Un antiguo amigo, había instalado en el pueblo una empresa, y le ofreció un trabajo fijo, lo que facilitó su regreso. El pueblo estaba situado en una zona rural, del interior de la península, pero que contaba con buenos accesos y disponía de prácticamente todos los servicios. Con el dinero ahorrado, pudo construir una vivienda unifamiliar muy cercana a la de sus padres, donde la pareja fijo su residencia.

La madre de Ruperto era una persona de sesenta años, que se encontraba bastante enferma, y salía poco de su casa, manteniéndose casi enclaustrada. El padre de Ruperto, era un hombre mucho más alto que el propio hijo. Había sido trabajador de la construcción y en otras ocasiones leñador, hallándose en esos momentos jubilado, contando con sesenta y seis años cumplidos. Éste se llamaba Sergio, y desde joven, siempre había pasado por ser un varón bastante bien parecido y apuesto. Pese a su edad, mantenía un cuerpo fibroso, con anchas espaldas y unos músculos que destacaban notablemente, debido al trabajo desempeñado. Las canas que mostraba en su cabello, le concedían un semblante bastante seductor. Aunque se hallaba jubilado, tenía un temperamento intranquilo, nunca estaba quieto, siempre estaba buscando algo en que estar ocupado.

Ruperto siempre había admirado a su padre, por su tesón, coraje, y la rectitud y cuidado mostrando ante su familia. Pero, tras la enfermedad de su madre, había comprobado que éste tuvo que resignarse, y por ello sentía cierta compasión del mismo. Le constaba que lo estaba pasando ciertamente mal debido a la enfermedad de su madre. Ésta apenas salía, y su enfermedad le llevaba a pasar casi todo su tiempo en casa. Sergio la acompañaba y la atendía en todo lo que podía, aunque en las últimas fechas habían contratado una chica que la atendía durante las mañanas.

Era consciente que las relaciones sexuales de su ancestro eran escasas o prácticamente nulas. Extremo que lo había detectado por algún que otro comentario del mismo. Veía que su padre parecía aún un hombre pletórico de energía, con bastante vitalidad, y potencial, pero que la situación de su mujer le tenía como coartado y reprimido. De hecho, aquel había renunciado a viajar ante la imposibilidad de hacerlo junto a su esposa.

Sergio, al encontrarse jubilado acostumbraba a visitar la casa de su hijo con relativa frecuencia, dado que las viviendas estaban muy cercanas. Era una de sus pocas distracciones, y por ello, no eran pocas la veces que comía con ellos. Ruperto había escuchado a su padre como le decía a Bibiana con cariño que era una cocinera de las mejores. Igualmente había comprobado como su ancestro adquiría con frecuencia algunos alimentos, y presentes, que se los dejaba a Bibiana en la casa.

Las relaciones de Ruperto con su mujer eran normales, aunque él tampoco era un hombre muy activo, limitándose a cumplir con sus obligaciones maritales alguna vez entre semana. Habían transcurrido algunos años desde su casamiento, y su fogosidad sexual había descendido un poco. Aún no tenían descendencia, estaban en ello.

Estando, así las cosas, un día, al llegar del trabajo a su casa, observó que su esposa había salido, por lo que se dirigió rápidamente a la ducha. En ese momento, al intentar dejar su vestimenta de trabajo en la cesta de la ropa sucia, observó una braga de su esposa en la misma, envuelta, algo que ciertamente le extraño, ya que normalmente siempre las dejaba sueltas dentro de la cesta. Su curiosidad le llevó a tomar la prenda intima de su mujer, comprobando que estaba algo húmeda. Su agitación se elevó al comprobar que aquella desprendía un olor bastante fuerte. Sin poder contener su curiosidad, acercó la prenda a su nariz y aspiró, comprobando que olía a vagina de mujer, a flujo de la misma. Pero, igualmente contempló, de forma sorprendente, que se aparecían manchas y marcas en la zona donde supuestamente la prenda había estado en contacto con la vagina de su mujer. Volvió a oler más detenidamente y se dio cuenta que aquel, “era otra clase de olor”. Aquel olor era inconfundible: ¡era semen de hombre! Obviamente pensó al instante que su esposa se la estaba pegando con otro. Intentó tranquilizarse. Recordó que llevaban unos días sin haber tenido relaciones. ¿Cómo era posible que la braga de su mujer oliera a semen de hombre? Volvió a verificar y contempló que aquella sustancia era algo espesa, de color amarillento. No le quedó la menor duda: era semen de varón.

Pese a todo, no le preguntó nada a su mujer, por temor a equivocarse y contrariar a la misma, aunque quedó extrañado e intrigado. Fueron pasando los días, y casi se olvidó de aquel detalle. Sin embargo, a la semana siguiente, concretamente el jueves, la empresa le envió a realizar un trabajo cerca de su casa. Al pasar por delante de la misma, observó algo que le preció como la figura de un hombre entrando a su casa. A esas horas normalmente su padre estaba con los amigos. No pudo distinguir de quien se trataba, pero, algo alterado, detuvo el coche en los alrededores de la casa, y sigilosamente se acercó. Recordó la mancha en la prenda de su mujer, que había visto en el baño y se agitó. ¿Y si de verdad su mujer le estaba poniendo los cuernos? Para no llamar la atención, entró por el garaje utilizando su llave, y subió cautelosamente hasta la parte alta de la casa, sin hacer ruido.

Abrió la puerta de acceso a la sala, manteniendo el sigilo necesario, verificando que no había nadie en la cocina. Pensó que se había equivocado. Decidió entonces acercarse a su dormitorio. Mientras caminaba hacia la habitación escuchó algunas voces. El nerviosismo se apoderó del hombre. Pese a todo continuó. La puerta del dormitorio no estaba del todo cerrada, y permanecía una rendija entreabierta. Escucho la voz de un hombre, aunque no llegó a distinguir de quien se trataba. ¡Había otro hombre en su cama! Lo tuvo claro: ¡su mujer le estaba siendo infiel! ¡Se la estaba pegando con otro!

Era evidente, que su mujer sabía que él, a esa hora estaba trabajando, por lo que, ni siquiera se había percatado de cerrar bien la puerta del dormitorio. Se acercó hasta la rendija de la puerta y la escena lo dejó impactado: contempló a su esposa que se hallaba totalmente desnuda, recostada a cuatro patas sobre la cama, haciendo lo que parecía una felación al hombre que se hallaba igualmente recostado boca arriba sobre el lecho matrimonial. Estuvo tentado de entrar dentro y montar la broca, insultar a su mujer, pero sin saber porque, decidió calmarse y esperar. ¡Quería comprobar quien era el hombre que le estaba poniendo los cuernos con su esposa!

Dado que su mujer le tapaba la visión del hombre, solo podía distinguir el hermoso trasero desnudo de su mujer, que se hallaba de rodillas entre las piernas del varón. No obstante, logró detectar que el varón que estaba en la cama debía ser bastante corpulento, verificando que su mujer tenía en la mano el pene del sujeto. Pero, lo que realmente le dejó sorprendido fue visualizar: “la enorme pieza de aquel hombre”, que su mujer sostenía en la mano, y que a tiempos se la metía en su boca, como si estuviera haciéndole una felación.

No era un voyeur, pero tuvo curiosidad por ver la cara de aquel hombre, que parecía disponer de un sable tan portentoso. Pese a las dificultades, pudo detectar mejor el pene del sujeto, aprovechando el momento en que quedó fuera de la boca de su mujer, constatando como emergía entre las piernas del hombre, enfilado hacía arriba, completamente rígido, como el palo de una bandera. La visión de aquel sable, le agitó, ya que “era bastante superior al suyo”. No solo era más largo, sino más grueso, y pese a verificar algunos vellos ya blancos, divisó las enormes venas que lo circundaban, que le concedían una visión casi portentosa. Al momento por su cabeza, paso fugazmente, la visión de cómo sería comprobar como atravesaría la vagina de su mujer aquella enorme verga, si llegara metérsela”.

-vamos nena. ¿Has visto como me la has dejado? ¿Qué esperas para subirte? ¡Sé que estas ansiosa por hacerlo! ¿Por qué te reprimes?! -escucho al hombre hablarle a su mujer. Su cuerpo se agitó aún más. Aquella voz le parecía conocida. Pero, … dudo… no supo distinguirla inicialmente.

-pero. ¡Se ha dado cuenta como la tiene? ¡Es bastante grande! ¡No creo que me entre! Escucho responder a su mujer que parecía oponerse a las pretensiones del susodicho para que le montara. ¡Mejor le hago una paja!

Es ese momento volvió a oír aquella voz conocida, pero más aguda, grave, que le contestó a su esposa: Bibiana. ¡Ya me mato a pajas pensando en tu coñito! “Hoy te la quiero meter”. ¡Sabes que no te vas a escapar! En el fondo lo estas deseando.

  • Oh suegro. Sabe que no puede ser. Esto no está bien. Soy su nuera. Estamos cometiendo incesto. Escucho decir a su mujer. En ese momento quedó petrificado, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar. El hombre que yacía en la cama junto a su mujer, no era otro que “su propio padre”. Quedó conmocionado. Realmente no lo esperaba. Quedo tan impactado, que su cabeza parecía darle vueltas. Aquello no podía ser cierto. Su ancestro con su mujer.
  • Vamos nena. Será incesto o lo que quieras. Pero, “sé que necesitas que te la clave”- oyó contestar al hombre. En ese momento escuchó a su mujer responderle: ¡Ya he visto como me ha dejado las bragas! Es un degenerado, suegro. ¿Es Vd el que se ha venido corriendo desde hacía tiempo en mis bragas sucias? ¿Ha sido Vd. verdad? -¿Te has dado cuenta? Le contestó el hombre. Uf Bibiana. sabes que mi esposa no puede atenderme. Y, verte todos los días, con ese culito tan tentador, … esos pechos, …no he podido contenerme. Pero, “hoy quiero poseerte, que seas mía”. Te he deseado desde hace tiempo. Escucho decir a su padre. Palabras que martillearon su cabeza.

En ese momento recordó las bragas manchadas de semen que había visto en la cesta de la ropa. Eran de su propio padre.

-¡está loco! ¿Ha pensado que soy la mujer de su hijo? oyó decir a Bibiana, con cierta agitación. Pese a que el tono de voz de su mujer, no le pareció que fuera del todo un auténtico reproche.

¡ya lo sé preciosa. Pero, no me puedo contener. Me tienes muy arrecho.

Capitulo 2

¿Has visto como me has puesto? Escucho decir a su ancestro, quien blandía su sable ante la mirada encandilada de su mujer. No se lo podía creer: “Su propio padre quería follarse a su esposa”.

Era algo que no esperaba. No estaba preparado para algo semejante. Tenía que impedirlo. Se dispuso a entrar en la habitación e insultar a ambos, llamarle degenerados, recriminarles su comportamiento.

Sin embargo, cuando iba abrir la puerta, se retuvo. Se lo pensó mejor… ¡Era su propio padre! Pensó en la situación de su madre, su enfermedad, la soledad en que había quedado su ancestro, un hombre aún fuerte y vigoroso. Era manifiesto que aquel tenía sus necesidades, y la fortaleza que estaba comprobando al ver sus genitales, se lo confirmó. Siempre había sentido verdadera devoción por su padre, y ahora estaba sorprendido, impactado.

Comprendía que necesitara liberar estrés, pero, ¿que intentara desahogarse con su propia mujer, era algo que no llegaba a comprender? Aquello era muy fuerte. Pese a todo, intentó comprenderlo. Quizás la situación angustiosa de su madre, había abocado a su padre a ese tipo de comportamiento. Hasta cierto punto lo entendía. Su ancestro necesitaba desahogarse. Pero, ¡coño…!…¡era su mujer!

En ese momento vio exaltado como su padre abrió las piernas de su esposa, con decisión, dejando a la vista toda su vagina. Bibiana se depilaba, aunque dejaba siempre su pubis y una buena parte de su monte de venus intacto, con los vellos recortados. Apreció en el rosto de la cara de su padre la impresión que le causó la visión del coño de su mujer. Uhm Bibiana que coñito más delicioso. Veo que te lo recortas, que lo tienes bien cuidado.

Comprobó más alterado como el hombre paso su mano por los labios vaginales, constatando la lubricación de su mujer, y acto seguido, colocó su falo a la entrada justa de la vagina. Casi sin que se diera cuenta, presenció cómo le incrustó a su mujer la casi totalidad del pene. El grito y gemidos posteriores de aquella lo revelaron: oh suegro…nooo me rompe… ooogg … la tiene muy grande oooo ¡sáquela…!.

  • Ya sé que la tengo grande preciosa. Pero verás como va a disfrutar. Uhm, realmente tienes el coñito bien estrecho. Oyó decir a su padre, que vio como extrajo un poco su falo, para volver a penetrar a su mujer, terminando por clavarle la totalidad de su verga. Desde donde se encontraba, observó los enormes testículos que blandía su padre, que empezaron hacer tope con el trasero de su esposa. ¡¡Su ancestro se la había metido toda! Se percató de que, pese a las dimensiones del vástago, éste había entrado totalmente. Sabía que el coño de su esposa era algo estrecho, por ello, estaba sorprendido que hubiera podido asumir la totalidad del enorme falo. -Ogg me revienta…. O suegro sáquela…. Oooo

-Ya la tienes toda. Relájate, uhm.. ¡que caliente tienes ese coñito! escucho exclamar a su padre, quien comenzó a perforar el coño de su cónyuge con gran fuerza y poderío.

Ruperto quedo alterado. Su padre se estaba follando a su mujer en su propia cama, ante sus propias narices. No se atrevió a decir ni hacer nada, solo se limitó a observar con cierta admiración la fortaleza de su progenitor. Le pareció sorprendente que, con la edad de su ancestro, embistiera el coño de su mujer con tanta intensidad y poderío. Un poderío que el jamás había tenido.

Por otro lado, se dio cuenta que algo extraño le estaba ocurriendo, ya que ante la contemplación de ver como su padre clavaba a su propia esposa, le había provocado una erección que a duras penas cabía en sus pantalones.

-Oh suegro …me la está metiendo muy adentro… oggg como me abre…-sintió exclamar a su mujer, ante la perforación a la que estaba siendo sometida.

-Oh si Bibiana,… ¿la sientes?”te esté entrado toda”. ¿Notas cómo se abre tu coñito? Mi pene te está entrando hasta los mismos huevos. Uf nuerita no sabía que tuvieras un coñito tan sabroso. -oía a su padre decirle, quien embravecido, no dejaba un momento de embestir a su mujer.

Su progenitor se mantenía entre las abiertas piernas de su esposa, perforando el coño de la misma en posición misionero. La tomaba por los muslos, y la aventaba sobre la cama cada vez que la embestía. Distinguía claramente los grandes testículos de su padre, voluminosos, exageradamente grandes, rodeados de muchos vellos, que colisionaban una y otra vez contra la vagina de su mujer, mientras le introducía su poderosa verga.

Su agitación, se incrementó cuando comprobó que su querida esposa comenzó a disfrutar de la tremenda cogida. No se lo podía creer, su esposa comenzó a colaborar. No en vano la escuchó decir: Oh suegro… me va a terminar reventado el coño, pero… siga. métamela así…fuerte…. oh que grande la tiene… me llena toda.

-Te gusta nena. Vamos “quiero ver cómo te corres”.

Ruperto no salía de su asombro. Bibiana parecía aceptar aquella penetración, y comenzaba a disfrutarlo. Pero su admiración fue para su padre, el cual continuó cogiendo a su nuera, una y otra vez, sin notar signos de cansancio. Ello motivó que pronto escuchara a Bibiana gemir y gritar. No se lo podía creer, su propia esposa estaba gozando ante el polvo que le estaba echando su suegro. Constato que aquella estaba a punto de alcanzar el orgasmo, apreciando como decía agitadamente: Oh … me vengo suegro…. Oh siga clavándome…. Oooo ¡ahora no pare! ¡métala toda….!. siii

Tremendamente alterado observó convulsionarse a su mujer casi saltando en la cama, con los primeros espasmos de placer, mientras su ancestro no paró un instante de penetrarla. Tanto, que cuando la mujer acabó su orgasmo, le miró a la cara diciéndole: -Oh suegro. Jamás me había corrido de esta forma. Añadiendo: ¿pero ¿cómo es posible? Aún la siento dura dentro de mi coño. ¿Es que nunca se le va a bajar?

Su mujer parecía tener razón. Su padre parecía tener una vigorosidad insospechada. Extremo que detectó cuando su procreador, le contesto: Uy Bibiana, aún te falta lo mejor. “Aun te falta sentir como mi lechita riega es coñito ardiente que tienes”. ¿Quieres ver como tu suegro te llena el coñito?

Ruperto se alteró al escuchar a su padre: se quería venir dentro de su mujer. Había comprobado que lo hacían “sin preservativo”, “sin ninguna protección”, y sabía que su esposa no estaba protegida. ¡Tenía que impedirlo! ¡Su padre podía embarazar a su mujer!

Iba a intervenir, y evitarlo, cuando escucho la voz de Bibiana decirle: Oh suegro, ¿no pretenderá correrse dentro? No me cuido. No puede hacerlo.

-Pero… ¿estas ovulando? Escuchó preguntar a su ancestro, ante las palabras de su mujer.

-Creo que no. Pero, sabe que es peligroso- oyó contestó a esta sin mucha convicción. Esa respuesta le confirmó a Ruperto que su mujer deseaba que su ancestro se corriera dentro de ella. No le cupo la menor duda. Tenía que intervenir, evitar que pudiera embarazarla.

Mira Bibiana, llevo mucho tiempo sin correrme dentro de una mujer. La última vez con mi esposa, fue hace mucho tiempo. Ya casi ni me acuerdo. Tienes ese coñito tan calentito… De verdad, “me apetece llenártelo” …. ¿no le permitirás a tu suegro ese placer? Oyó preguntarle a su padre. Ruperto se quedó también compungido. En cierto sentido compadeció de nuevo al mismo: tantos años, cuidando a su madre enferma…y tener ahora una joven hermosa con su nuera, era algo difícil de soportar.

Se quedó donde estaba, quieto, observando cómo ante la aquiescencia de su mujer, su progenitor comenzó a embestir nuevamente a su nuera, tomándola fuertemente por las caderas, intensificando su penetración hasta el punto que todo el cuerpo de Bibiana comenzó a estremecerse ante las arremetidas del hombre. Ricardo se dio cuenta que su padre estaba tan excitado, que realmente estaba follando a su nuera de una forma bestial, casi violenta, inimaginable. Su pene parecía una perforadora, entraba y salia de la vagina, una y otra vez. Desde su posición observó como la embestía, y como sus grandes testículos golpeaban ahora y otra también, la pelvis y nalgas de su señora. La penetración estaba siendo bastante profunda. El enorme sable de su ancestro se clavaba totalmente, hasta la empuñadura, en el abierto coño de su esposa.

En un momento dado, comprobó que el cuerpo de su padre se tensó, adquiriendo una enorme rigidez. Lo constató en la severidad y rugosidad de la musculatura de su espalda, evidenciando que debía estar a punto de venirse. Extremo que fue confirmado por su propia esposa, a quien escuchó decir: Oh suegro…lo va hacer. ¡Se va a correr dentro!… no lo haga… está loco….oh. noo…exclamó como enloquecida. ¡¡lo está haciendo!!…sii si lo siento… siento su leche…. ooooo ….va hacerme correr de nuevo …ooo

Ruperto observó cómo su mujer presa de autentico frenesí sexual, al sentir el semen varonil en sus entrañas, se abrazó fuertemente a su suegro, cruzando sus piernas por las caderas del hombre, como si pretendiera que la penetración del suegro resultara más profunda, y su venida le llegara lo más adentro posible. Observó como su ancestro se recostó totalmente sobre su mujer, clavando sin cesar su cipote en la abierta vagina, colocando su cabeza al lado de la misma, mientras se la follaba a estilo misionero con bastante virulencia.

En su agitación ante tal escena, Ruperto comprobó cómo su esposa volvía alcanzar un nuevo orgasmo, en sintonía con la venida de su suegro. Eso terminó de agitarle hasta el punto que, casi sin darse cuenta, vio como tenía su pene fuera del pantalón, tocándose frenéticamente. Su mano iba y venía sobre su falo, hasta terminar en una eyaculación feroz que no pudo evitar, vertiendo su semen contra la puerta del dormitorio y pared. Tuvo que reprimirse para que no se percatarán de su presencia.

Mientras terminaba de secarse con un pañuelo, que sacó de su propio bolsillo, observó como su padre aún seguía penetrando a su mujer. Estaba alucinado ante el potencial de su ancestro. Los alaridos de placer de Bibiana, poco tiempo después, le confirmaron que su padre estaba teniendo una eyaculación copiosa. Seguro que regaría bien el coño de su mujer. No daba crédito a lo que veía. No tanto por la actitud placentera de su esposa, sino ante la contemplación del poderío de su padre.

Se iba a marchar, cuando observó como su ancestro salió del coño de su mujer, extrayendo su enorme pene aún goteando en la punta, pudiendo comprobar la vagina de Bibiana, que había quedado extremadamente dilatada, muy abierta, verificando que manaba una hilera de líquido blanquecino que descendía por el trasero de su mujer hasta calar las propias sabanas. Lo que le confirmo la portentosa eyaculación de su progenitor.

Decidió retirarse para meditar sobre lo ocurrido. Salió fuera de su casa, y se fue a tomar una copa para relajarse, sin dejar de pensar en la impresión de lo que había visto. Era algo que no esperaba. Su mujer le había sido infiel, pero lo había sido con su ancestro. Se preguntó ¿que debía hacer? ¿Separarse de su mujer? ¿recriminar a ambos su comportamiento? Estaba en un verdadero dilema. No obstante, lo meditó y decidió no hacer nada, y dejar pasar el tiempo.

Regresó a casa sin darse por enterado de lo ocurrido, comprobando que su mujer tampoco mostró ninguna diferencia de comportamiento, como si nada hubiera ocurrido.

Durante algunos días, estuvo pensando en lo sucedido. A los pocos días, la mujer cariñosamente le instó a practicar sexo, ya que él parecía rehuirla, como si la repudiara. A medida que fue penetrando a su mujer, recordó la potencia con la que su padre había embestido a la misma. Instintivamente ese pensamiento le excitó comprobando como su pene se puso duro como hacía tiempo no le ocurría. Bibiana igualmente se extrañó. Aunque el pene de su esposo no tenía comparación con el de su suegro, se percató de que esa noche, su marido se la folló con ganas, y además mantuvo su erección durante bastante tiempo, permitiendo que ella pudiera correrse. Extremo que en otras ocasiones no había conseguido. Al acabar, Bibiana lo miró y le dijo: ¿Qué te has tomado hoy? ¿Te has tomado una viagra?

-Claro que no. ¿Porque lo preguntas? - exclamó él, con cierto regocijo.

-Pues. Porque esta noche has estado diferente. Me has follando con ganas, y me has hecho correr a gusto. Le dijo, mientras se acercó a su boca y le dio un beso.

Ricardo quedó bastante relajado esa noche, levantándose bastante satisfecho, viendo que había aumentado su autoestima. Comenzó a pensar en todo lo ocurrido, y se dio cuenta que, haber contemplado el encuentro de su ancestro con su mujer, le había logrado excitar de tal manera, que había podido follar a su mujer como en los primeros momentos

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