El divorcio de marta
Marta nunca pensó que su matrimonio terminaría así, porque, aunque ella y su esposo seguían juntos, emocionalmente, algo había muerto entre ellos.
Su esposo, Julián, era un hombre de negocios, siempre estaba ocupado, siempre distraido, todo parecía importarle más que ella misma. Aunque su indiferencia últimamente tenía un motivo, otra mujer.
Marta lo descubrió de la peor manera hace algún tiempo, vió un mensaje en su teléfono que no pudo ignorar, sin siquiera buscar nada, o sospechar de él, lo vió “Cuándo nos veremos otra vez? Aún siento tus manos en mi cuerpo”.
Fue un golpe seco, brutal, algo que no se esperaba, pero, que tampoco le sorprendía. Cuándo lo enfrentó este negó todo, no había rastro de culpa en su rostro, por un momento casi le cree, hasta que notó una fría indiferencia ante el hecho de cómo ella se sentía, le daba igual si la había lastimado o no.
Esa noche, luego de haberlo enfrentado, Marta tomó una decisión, no iba a llorar, no iba a hacer un escándalo, se vengaría de él de la única manera que sabía que le iba a doler, iba a hacer lo mismo que él hizo con ella.
Y sin esperarlo, la oportunidad llegó solo unos días después, en la boda de una amiga. Un evento elegante, donde todos se veían elegantes, con luces doradas, música suave y demasiado Champagne. Allí fue donde lo vió a Él.
Un hombre de mirada oscura y una presencia imponente, no sabía quién era, ni siquiera sabía su nombre, no aún. Pero sí había notado que desde que llegó, la estaba devorando con la mirada. Y ella, por primera vez en años, se dejó mirar, sin ocultarse.
Al poco tiempo se acercó a ella y empezaron a charlar, este coqueteó con ella sin reservas, ella se rió de todos sus chistes e incluso se inclinó un poco más de lo necesario cuándo él le sirvió otra copa.
Entonces, cuándo la fiesta estaba en su punto más alto, mientras todos bailaban, cuándo su esposo estaba demasiado ocupado con su teléfono, demasiado absorto cómo para prestarle atención, ella se acercó a él, y le susurró al oído, casi sin dudarlo, y con una confianza inquebrantable.
- Ven conmigo
Marta se adelantó, y se dirigió al baño del hotel, era un baño lujoso, con espejos amplios y luces ténues. Eligió el baño más alejado de todos, todo para tener más privacidad. Cuándo escuchó que la puerta se abrió, un pequeño escalofrío recorrió su espalda, pero aún firme lo miró directamente a los ojos y le dijo.
- Cierra la puerta, no queremos que nadie nos interrumpa.
Parte II
Ella se acercó a él sin pensarlo mucho, lo tomó del rostro, mirándolo con una intensidad que le robó el aliento le dijo.
- Dime que no quieres esto y podemos irnos
Él no dijo nada, sentía que estaba soñando, nunca una mujer lo había tomado así, en eso, mientras pensaba y trataba de estar presente, ella lo besó. Fue un beso desesperado, cargado de rabia, deseo y de una necesidad profunda, una necesidad de sentirse viva, una necesidad de tener ese poder que sintió que le habían quitado.
Ahora más consciente, tomó parte de la iniciativa, sus manos recorrieron su vestido ajustado, deslizandose lentamente por su espalda, buscando el cierre, hasta que lo encontró. Le empezó a abrir el vestido mientras aún se seguían besando, ella le quitaba la corbata y le desabrochaba la camisa.
Sus labios se separaron y se quedaron viendo fijamente, dejando que su deseo fuera palpable incluso en el aire. Él la levantó con facilidad, apoyándola contra el lavamanos de marmol frío.
- Eres la mujer más hermosa que jamás he visto - Murmuró antes de devorar su cuello con besos cargados de pasión.
Ella cerró los ojos, dejánsose llevar por la sensación, su piel ardía bajo sus caricias, ella le terminó de quitar la chaqueta, y terminó de desabrocharle la camisa, mientras él le terminaba de quitar el vestido.
En ese momento pudo verlo, tenía un cuerpo esculpido, mucho más varonil que el de su esposo, esta lo tomó, se bajó del lavamanos, se quitó el sostén, tomó su mano y la puso sobre su pecho para que la tocara, ella volvió a besarlo mientras sus manos bajaban a su entrepierna y sentía su enorme miembro ya erecto.
Le abrió el pantalón y empezó a masturbarlo mientras lo seguía besando, lo tocaba y estimulaba, y él no pudo dejar escapar un gemido, y casi en una súplica cargada de deseo quiso decirle algo, pero ella sabía que le iba a decir y le puso los dedos en su boca, se corrió la pantys, se puso de espaldas y le dijo-
- Hazlo, no te contengas, o lo sabré
Estas palabras lo encendieron, él la tomó de la cadera, y la penetró, estaba húmeda, se le hizo fácil llegar hasta el fondo de su vagina, se sentía como el paraisó.
Aunque ella mismo lo buscó, no creía haber llegado tan lejos, ese placer que sentía era único, nunca había experimentado algo así, no podía contener sus gemidos, trataba de ahogarlos, pero el placer que sentía era cada vez más intenso, tenía años sin que alguien se la follara de esa manera.
Él tomó la iniciativa, la tomó, se la puso sobre la cintura y la penetró, se movía dentro de ella mientras le mantenía la mirada, ella se acercó a él y empezó a besarlo, su placer guiaba su movimiento. En eso empezó a aumentar el ritmo, ella sabía que ya no iba a aguantar más, y tenía razón.
- Estoy a punto de llegar le dijo el
Ella solo le sonrío de manera pícara, se seguía moviendo, cruzó sus piernas sobre sus caderas para que llegara más profundo, y lo sintió, sintió cómo su pene palpitaba y su semen se derramaba dentro de ella, había acabado, y ella, al verlo con una cara de placer se acercó a su oído.
- No te preocupes, no puedo quedar embarazada, pero, aún quiero seguir, espero que te queden energías. La noche es larga y mi habitación es muy cómoda.
Se acomodó el vestido con calma, se limpió y mirándose al espejo se terminó de arrelar, se sentía triunfante, sentía que recuperó un poder que había perdido. Sus labios estaban hinchados, sus mejillas encendidas.
Salió del baño con la cabeza en alto, nadie había notado su ausencia. Regresando a la mesa donde estaba su esposo, este la esperaba.
- ¿Dónde estabas? - Preguntó distraidamente.
Marta sonrió - Tomando aire
Cuándo su esposo volvió para seguir en su teléfono esta se inclinó a su oído y le susurró
- Por cierto… sé lo de tu amante
Se levantó de la mesa, y caminó con una sonrisa en sus labios, fue a su habitación, dejpándolo congelado en su silla, sintiéndose triunfante. Porque la venganza, cuándo se disfruta cómo se ser, siempre, es dulce.

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