El día que mi viejo vecino me hizo suya parte 1

En esta ocasión, voy a relatar algo que me sucedió hace poco tiempo con un señor vecino mío, que nunca imagine, pero ni en sueños que algo así me fuera a suceder. A veces, mi esposo y yo vamos a la iglesia los domingos y ahí vemos a Don Manuel, un señor vecino nuestro como de 65 o 70 años, no sabría definir.

Él vive en nuestra misma calle, pegado a nuestra casa, asi que nos vemos y nos saludamos muy seguido, casi a diario. Es muy amable y muy atento, el único problema es que es una persona, no se si sucia, pero si muy desaliñado, no es que eso sea malo, es solo una referencia para se den una idea del viejo ese. Casi siempre usa un tipo de pants pegados, tenis y playera deportiva. Y su aspecto no es precisamente el de un actor de cine, todo lo contrario, algo feo, pero no desagradable, y como buenos vecinos, pues nos saludamos casi a diario.

Siempre estaba parado fuera de su casa, a la expectativa para cuando pasaba alguna mujer, les decía piropos lanzando miradas eran muy morbosas y llena de lujuria. Eso me parecía normal pero cuando salía yo a la tienda o a comprar algo para la comida no perdía oportunidad después de saludarme de seguirme con la mirada clavada en mis nalgas.

Días después había una junta en la escuela de mi hija, yo me puso un pantalón que realzaba mis nalgas y una blusa blanca escotada, brasier de encaje de media copa que me levantaba las bubis, haciéndome lucir super espectacular. Me puse una una tanga que se metía toda entre las nalgas y unas zapatillas de tiras. Cuando el viejo me vio pasar, me comía con la mirada y aprovecho para saludarme y decirme por qué tan guapa, pues a donde vamos, en tono de broma. "Vamos", ni en sueños, pensé, pero le respondí cortésmente que tenía una junta con mi hija y por eso iba tan arreglada y todavía el pervertido agrego, ten cuidado Linda no te vayan a robar.

Por supuesto no le di ninguna importancia, así que me despedí, amablemente de él. Nos vemos a la salida, se atrevió a decir sonriendo libidinoso. Yo igual me sonreí y me alejé moviendo las nalgas. Ya en la escuela, observé a algunos maestros que se hacina señales de que me vieran, según discretamente, por lo que me sentí alagada y pensé que mi vecino tenía razón en comentarme que iba muy atractiva. Un par de horas después, regrese a casa, en el camino pase a comprar algunas cosas que me hacían falta para hacer la comida. Al regresar, nuevamente estaba ahí parado mi vecino, se sonrió encantado de verme encantado de verme y yo no sé por qué pero sentí que sin querer mi cola se paró automáticamente al pasar frente a él, salude y lentamente camine sabiendo que me devoraba las nalgas con la mirada.

Con voz excitada me pregunto, Linda como te fue con tu hija, le dije que muy bien y que no tenía ninguna queja y por el contrario me habían felicitado. Entonces, el viejo me dijo no, es para menos, con tan hermosa mama que tiene la pequeña. Le di las gracias y sin querer, bajé mi mirada tan solo un segundo y bajo su pants se veía una erección tremenda, que el viejo no podía disimular. Sin saber por qué, yo me sentí muy perturbada por ello, lo que me dejo completamente sorprendida y claramente sentí un cosquilleo en mi entrepierna.

Muy apenada, no sabía a donde voltear y quería retirarme, rápidamente de ahí, sin embargo, mis pies no me obedecían. Me sentía de lo más nerviosa, trataba de meterme en mi casa, pero a la vez quería quedarme y seguir mirando todo eso que se adivinaba dentro de su pants. El condenado viejo lo noto y sonriendo se acomodó mejor su erección para que la viera de una mejor manera, parecía reventar su pants y yo estaba ya, más que curiosa, muy excitada y sorprendida por lo que se veía y pensaba en ese momento. Dios mío, mi vecino la tiene al doble del tamaño de mi marido. Estaba llena de nerviosismo y un morbo increíble de razonar debido a que el era un señor mucho mayor que yo, feo y desaliñado al que, me daba cuenta me sentía atraída de estarle viendo como estaba de excitado por mí.

Sin saber por qué, hice algo que nunca me había pasado por la mente y mucho menos con el señor Manuel. Algo coqueta, debo confesar, le pedi que si me podía ayudar a llevar las compras a la cocina, mi casa que estaba a escasos 20 metros de donde nos encontrábamos y el acepto de inmediato. Por nada del mundo el viejo se iba a perder la oportunidad de seguir morboseando mis nalgas, y por lo que él podía notar, con todo mi agrado por sentirme deseada por él. Así que tomo las compras y caminamos a mi casa, el detrás de mí, deleitándose.

Abrí la puerta y me dirigí a la cocina, le pedí que pasara a dejar mis compras, el me siguió y, al detenerme, el aprovecho para darme un discreto, pero bien rico arrimón de verga, que me hizo estremecerme todita, me puse toda chinita y mi conchita empezó a palpitar de emoción. Me aparté de él y en lugar de agradecerle y despedirme ya, como era lo que procedía en ese momento....... fin de la primera parte.......

El día que mi viejo vecino me hizo suya parte 2

de pendeja le ofrecí algo de tomar, a modo de agradecimiento por su ayuda.

Discretamente le volví a mirar el bulto y, para mi sorpresa, ahora ya se le miraba más grande, me imagino que a causa del arrimón que me dio. M di vuelta para servirle el refresco y aproveché para hacerlo con total lentitud y que el viejo tuviera tiempo de seguirme viendo mis redondas y muy paradas nalgas. Yo me sentía transpirar nerviosa y mis pezones los sentía duros y bien parados, el condenado viejo, los tenia a la vista y se relamía al mirarlos. Empecé a acomodar mis compras en lo que él se tomaba su bebida. Al poco, se acercó nuevamente a mí por detrás y nuevamente me dio tremendo arrimón, que me hizo enrojecer, al sentir su enorme bulto quererse acomodar en medio de mis nalgas.

El condenado no se movió, pero ni tantito, con voz baja, nerviosa y bastante excitada, me dijo casi al oído, ¿te ayudo? Yo tampoco me moví, me estaba gustando de más sentir su enorme bulto entre mis nalgas. Tal vez el se dio cuenta de la situación, ya que, sin más, me tomo de la cintura apretándome más hacia él y frotándome la verga ya muy descaradamente. Yo ya estaba que ardía, quería sentirlo cada vez más y más, así que yo no me podía mover para escapar.

Sus manos no las quitaba de mi cintura. Me empezó a decir, tan joven, tan linda y a leguas se nota que también eres pero bien caliente. Yo toda colorada, nerviosa y presa de excitación, no me movía y lo dejaba hacer. Sus manos empezaron a bajar hacia mis muslos, acariciándome levemente las nalgas, yo llena de excitación y completamente roja de la cara, decidí poner un alto, ya que la cosa se estaba poniendo de lo más peligrosa.

Disculpe le dije, necesito acomodar lo que falta de mis compras, fingiendo y tratando de disimular mi excitación y me aleje. Sin embargo, el viejo pervertido, notaba que mi respiración era agitada y mis pezones los sentía aún más duros y parados, y se veían claramente a través de mi sujetador de media copa. Pensé que ya había sido más que suficiente con lo que le había permitido ver y hacer a mi vecino y que ya debía dar por terminada esta situación, pero en mi mente aún se encontraba fija su tremenda erección que saltaba a la vista, así que tarde un poco en procesar todo, así que nerviosa, solo le agradecía la ayuda brindada y le decía que ya se fuera, porque iba a preparar la comida.

Parecía que el viejo había entendido, por lo menos eso creía yo. Lo acompañe a la salida, el condenado me dejo pasar y justo cuando cruzamos la puerta hacia la salida de la casa, nuevamente me tomo de la cintura arrimándome su vergon por tercera vez, diciendo, que envidia de todo lo que ese está comiendo tu marido. Yo pendeja, sin querer respondi con sinceridad, no se crea don Manuel, mi esposo ya casi no me toca.

Eso fue como una instruccion para el viejo pervertido. Me atrajo hacia él y sentí como recargo su erección entre mis nalgas que me hicieron brincar por lo dura que la sentía y le conteste, no por favor, no se pase, ya fue suficiente, decía yo con aire de molesta, pero mis nalgas decían otra cosa y no se movieron de su lugar permitiendo que siguiera punteándome y, claro está que el viejo continuo, vaya par de nalgas mamacita, en verdad son un manjar. Realmente dudo mucho que te llenen plenamente, como te mereces.Ayyy don manuel, yo le decía, ya señor por favor. Por mi tono, no se sabía si le decía ya por favor pare y váyase, o ya por favor, métamela todita.

Así que el viejo me tomaba de las caderas, tomándome con ambas manos de los costados, subiéndome la falda hasta arriba de las caderas, dejando a la vista mis hermosos muslos y maravillosas nalgas. El viejo aprovecho para bajarse los pants, haciendo que su enorme verga saltara de gusto y empezó a frotármela con grandes deseos por perderse entre mis nalgas. Pensé en Io inapropiado de la situación, además que nunca le había sido infiel a mi marido, ni siquiera Io había pensado y me sentía muy incómoda a pesar de la tremenda calentura que ya experimentaba por la situación por lo que traté de zafarme.

Avance tratando de meterme en mi casa, pero el condenado viejo me alcanzo, ahora tomándome por atrás mis pechos y nuevamente punteándome las nalgas con su verga. El continuaba diciendo con voz ardiendo de pasión y lujuria, mira que delicia de pechos tienes, son unos ricos melones y me los quiero comer, me decía en el oído, yo sentía su aliento ardiente y yo quería moverme y correrlo. Pero la cosa estaba más que clara, yo incluso le tenía más parada mi cola en su verga, así que continuó, mamita, no sabes cómo te voy a disfrutar este culo, te lo voy a comer como nunca nadie te lo ha hecho.

Yo ya perdida y completamente excitada, sentía que mis pezones me iban a estallar y él lo noto, diciéndome, mira que ricos pechos mamita, los tienes bien paraditos, se nota que estas caliente, pero yo te lo voy a quitar. Yo sentía morirme de nervios de que estábamos en la puerta, afuera de mi casa, y me preocupaba que algún vecino desde otra casa pudiera ver hacia nosotros y observara lo que estaba ocurriendo, aunque era dificil, ya que por ahi solo pasaban en vehiculo, no caminando.Me daba miedo que si llegaran a vernos pensaran como la recatada señora que iba a la iglesia con su esposo cada domingo ahora estaba dejándose manosear en la puerta de

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subir