De nerd a macho alfa parte 2

"Lo sé," respondió él, acercándose con una calma absoluta. "Pero creo que ambos sabemos que esto es exactamente lo que querías cuando te levantaste."

Claudia abrió la boca para protestar, pero las palabras no salieron. En su lugar, sintió cómo su respiración se aceleraba mientras Martín acortaba la distancia entre ellos.

"Dime que me equivoco," susurró él, a centímetros de su rostro. "Dime que no has estado pensando en esto desde que empezamos a hablar."

"Yo no…" comenzó ella, pero la negación sonaba hueca incluso para sus propios oídos.

Martín la tomó suavemente por la barbilla, obligándola a mirarlo directamente. "Claudia, la chica que siempre tiene el control, la que humilla a los demás para sentirse poderosa. ¿Qué pasaría si por una vez fueras tú la que pierde el control?"

Antes de que pudiera responder, los labios de Martín estaban sobre los suyos, y para su sorpresa, Claudia se encontró respondiendo con una intensidad que la asustó. Sus manos se aferraron a la camiseta de Batman que horas antes había ridiculizado.

El beso se volvió más profundo, más urgente. Martín la empujó contra el lavabo, sus manos recorriendo su cuerpo con una seguridad que contradecía por completo su apariencia externa. Claudia gimió suavemente cuando él encontró el punto exacto en su cuello que la hacía estremecer.

"¿Quieres que pare?" preguntó él, su voz ronca junto a su oído.

"No," respondió ella, sorprendida por su propia vehemencia. "No pares."

Con un movimiento fluido, Martín la giró, colocándola frente al espejo. Sus ojos se encontraron en el reflejo: los de ella, dilatados y vulnerables; los de él, intensos y dominantes. Lentamente, colocó una mano en su nuca y la presionó hacia abajo.

"Arrodíllate," ordenó, su voz transformada en algo que Claudia nunca habría asociado con el chico friki del bar.

Y para su asombro, ella obedeció, dejándose caer de rodillas sobre las baldosas frías del baño. El contraste entre su vestido de diseñador y la posición sumisa en la que se encontraba creaba una imagen que jamás habría imaginado.

Martín se desabrochó el pantalón y liberó su erección, sorprendentemente grande e imponente. "Esto es lo que provocas cuando te burlas de los demás, Claudia. Esto es lo que deseabas desde que me viste, aunque no lo supieras."

Claudia sentía que debería protestar, que debería levantarse e irse, pero su cuerpo no respondía a esos impulsos racionales. En cambio, se encontró abriendo la boca, aceptando su miembro con una docilidad que contradecía todo lo que creía saber sobre sí misma.

Martín enredó sus dedos en su cabello perfectamente alisado, guiando sus movimientos con una mezcla de firmeza y consideración. "Mírame," ordenó. "Quiero que me mires mientras haces esto."

Claudia levantó la mirada, sus ojos azules encontrándose con los de él. Había algo hipnótico en esa conexión, algo que hacía que todo pareciera irreal pero intensamente presente a la vez.

"Eso es," murmuró él, su voz un susurro ronco. "La reina del bar, la que pensaba humillarme… mira dónde estás ahora."

Las palabras deberían haberla ofendido, pero en cambio, intensificaron su excitación. Cada movimiento de su boca, cada sonido húmedo que producía, cada vez que sentía la punta de su miembro tocando el fondo de su garganta, Claudia se sumergía más profundamente en una versión de sí misma que nunca había conocido.

"¿Te gusta esto?" preguntó Martín, aunque la respuesta era evidente en la forma en que ella se entregaba a la tarea. "¿Te gusta descubrir que el friki al que ibas a humillar está ahora follándote la boca en el baño de un bar?"

Claudia asintió levemente, incapaz de hablar pero comunicando su consentimiento con sus ojos, con sus manos aferradas a sus muslos, con la forma en que aumentaba el ritmo de sus movimientos.

El tiempo parecía haberse detenido. No existía nada más allá de ese baño, de ese momento, de esa conexión inesperada y transformadora. Claudia, que siempre había definido su valor por su apariencia, por su capacidad para estar por encima de los demás, se encontraba ahora en la posición más vulnerable posible y, paradójicamente, sintiéndose más viva que nunca.

Cuando Martín finalmente alcanzó el clímax, lo hizo con un gruñido profundo que reverberó en las paredes del baño. Claudia aceptó todo, tragando obedientemente, sus ojos nunca abandonando los de él.

Después, hubo un momento de silencio absoluto. Martín la ayudó a levantarse con una gentileza que contrastaba con la intensidad de lo que acababa de ocurrir. Con cuidado, usó un pañuelo para limpiar una pequeña gota que había quedado en la comisura de sus labios.

"¿Estás bien?" preguntó, su voz volviendo gradualmente a aquel tono amable que había mostrado durante la conversación en el bar.

Claudia asintió, todavía incapaz de articular palabras. Su mente intentaba procesar lo que acababa de suceder, cómo había pasado de burlarse de este hombre a estar de rodillas ante él en cuestión de horas.

"Deberías arreglarte un poco," sugirió Martín, señalando su cabello despeinado y su maquillaje ligeramente corrido.

Mientras Claudia se recomponía frente al espejo, Martín se acercó por detrás y le susurró al oído: "La próxima vez que veas a alguien y pienses en humillarlo, recuerda esta noche. Recuerda que nunca sabes lo que puede esconderse detrás de una apariencia."

Y con esas palabras, salió del baño, dejando a Claudia con una mezcla de emociones contradictorias: vergüenza, excitación, confusión y, sorprendentemente, una especie de liberación que nunca había experimentado antes.

Cuando finalmente regresó al bar, Martín ya no estaba. Había dejado una servilleta en la mesa con un número de teléfono y una simple nota: "Para cuando estés lista para descubrir más sobre ti misma."

Claudia guardó la servilleta en su bolso, sabiendo que, aunque intentara negárselo, acabaría llamando a ese número. La chica que había entrado en ese bar ya no existía. En su lugar, había emergido alguien nuevo, alguien que había vislumbrado un mundo de posibilidades que nunca había considerado, alguien que había descubierto que a veces, perder el control puede ser la forma más liberadora de encontrarse a uno mismo.

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